RutaRACC: de Barbastro a Tella
Por: RACC Blog
Después de haber visitado la parte más oriental del Alto Aragón con un Hyundai Kona y de viajar desde Estadilla a Huesca con los dos SUV de Seat, iniciamos ahora una ruta por el norte de Huesca más monumental, para conocer sus tradiciones, su cultura y sus monumentos más representativos con el pequeño de los crossover de la marca checa Skoda. Después de comparar el Kodiak y el Alhambra, nos subimos a su hermano mediano Karoq para conocer una de las zonas más espectaculares del Alto Aragón.
Empezamos nuestra ruta en la capital del Somontano, Barbastro, ciudad que destaca por la producción de vinos jóvenes de gran calidad bajo la denominación de origen Somontano y de los productos de la huerta, de entre los que sobresale el tomate rosa, conocido en todo el sur de Europa por su gran sabor y su gran imagen.
El Grado
Desde Barbastro tomamos la nacional N-123 hasta la salida previa a cruzar el puente Las Pilas, donde enlazaremos con la A-138 en dirección norte. Desde allí, a pocos kilómetros nos encontramos, en el margen izquierdo del río Cinca, con el pueblo de El Grado, una pequeña villa de poco más de 400 habitantes y muy conocida por la gran cantidad de locales de restauración donde degustar los productos de la zona.
El pueblo también da su nombre a la impresionante presa y al embalse artificial El Grado I, el primero de la zona que bañan las aguas del Cinca. La presa, digna de ver, nos transmitirá una majestuosidad de las de antaño, ya que fue construida en 1969.
En esta presa de gravedad, cuya agua se utiliza para la generación de electricidad y, posteriormente, para el sistema de riegos del Alto Aragón, se acumulan un máximo de 400 hm cúbicos.
Llegados a este punto, desde la A-138 tomaremos el desvío hacia la A-2210 en dirección a Naval.
Naval
A orillas del río Llastre y a los pies de la sierra de Arbe, se erige Naval, un pequeño núcleo urbano de 260 habitantes que antaño destacó por la gran calidad de su alfarería, que sobrevive de la mano del artesano local David Echevarría, el último de una larga tradición de alfareros que se remonta al siglo XIX. En su taller podremos admirar y adquirir su trabajo. Muy cerca de allí, el Centro de Alfarería nos situará sobre la pista de este noble oficio.
En el pueblo encontramos dos iglesias, la colegiata de Santa María, de estilo gótico-renacentista del siglo XVI, y San Sebastián, del siglo XVII, dedicada a los patronos de la localidad, san Fabián y san Sebastián.
La sal fue también una importante fuente de comercio en épocas pretéritas, no en vano el rey Jaime I concedió el privilegio para el monopolio de la venta de este producto en la zona en 1274, por lo que junto a la plaza Mayor encontramos los antiguos alfolíes del siglo XIII.
Hoy en día, el antiguo Salinar de Naval está reconvertido en unos baños relajantes y terapéuticos al aire libre, que pueden disfrutarse en el periodo estival (de junio a septiembre).
Abizanda
Siguiendo por la A-2210 probaremos el confort de nuestro Karoq por una carretera llena de curvas que transcurre por la ladera del puerto del Alto del Pino (1.018 m), desde donde abandonaremos la comarca del Somontano para adentrarnos en el Sobrarbe, hasta llegar a nuestro siguiente destino: Abizanda.
Este enclave medieval de poco más de 100 habitantes nos sorprenderá por su gran cantidad –y calidad– de restos históricos. Situado en lo alto del barranco del río, el torreón del siglo XI de 24 metros de altura parece multiplicar su altura para poder divisar la lejanía.
Construido por Sancho Garcés III de Navarra (1023), este es el punto de vigilancia más elevado sobre el Valle del Cinca y un puesto de vital importancia en época medieval. Actualmente alberga el Museo de Creencias y Religiosidad Popular.
El conjunto de la torre de Abizanda se completa con la iglesia románica a sus pies, un edificio del siglo XVI de estilo gótico aragonés.
La antigua capilla de Santa Ana ha sido reconvertida en el Centro de Estudios y Documentación de Aure y Sobrarbe (CEDAS), con el objetivo de garantizar la conservación de costumbres y creencias de los Valles del Pirineo Central.
Muy cerca del recinto religioso encontramos La Casa de los Títeres, un museo y espacio gestionado por Los Titiriteros de Binéfar, uno de los grupos teatrales más internacionales y premiados del país. Este lugar hará las delicias de los más pequeños, que podrán experimentar libremente por el recinto.
Fundada por Abdulah Ibn Sallam con el nombre de Abinyuyas –de donde deriva el nombre actual–, la parte baja de la localidad todavía conserva la zona del aljibe musulmán.
Desde Abizanda volveremos a enlazar con la A-138 en dirección norte.
Samitier
El aficionado al fútbol recordará el nombre de Samitier por el centrocampista de los años 20 del FC Barcelona, Josep Samitier. No creemos que el apodado como “Hombre Langosta” llegara nunca a pisar este pueblo situado sobre una loma a la derecha de la carretera autonómica, que, como Abizanda, esconde un amplio patrimonio.
De origen medieval, esta villa acoge el castillo del siglo XI, construido por Sancho III en su afán por fortificar la frontera de la cristiandad frente al ataque musulmán. El conjunto, en parte en ruinas, todavía conserva la ermita de San Emeterio y San Celedonio y un trozo del torreón, desde el que se disfruta de unas espectaculares vistas del estrecho de Entremón, donde divisamos el embalse de Mediano –cuyo pueblo emerge de la profundidad en periodos de escasez de agua–, el Cinca y la Peña Montañesa.
Desde Samitier iniciamos la recta final de nuestra ruta, en dirección a Aínsa, uno de los pueblos más bonitos del país.
Aínsa
Si en anteriores rutas visitamos Alquézar y Roda de Isábena, dos de “Los pueblos más bonitos de España“, esta vez llegamos a Aínsa, el tercero de la provincia de Huesca y catalogado por diferentes medios como uno de los 20 mejores del país.
La Villa de Aínsa, de 2.200 habitantes, es uno de los centros neurálgicos de la parte nororiental de Aragón, situado en la confluencia entre los ríos Ara y Cinca. Esta villa medieval nos recibe con su castillo del siglo XI encima de la loma que preside el casco antiguo de la localidad.
En el recinto fortificado destacan la Torre del Tenente, sede del EcoMuseo de la localidad, el patio de armas y el gran portalón que desemboca en la plaza Mayor.
La grandeza de dicha plaza, datada del siglo XII, da una idea de los años de mayor esplendor de la villa, conservando parte de los restos de la primera muralla o el edificio del Ayuntamiento, desde donde llegaremos a la iglesia de Santa María (siglo XII), de estilo románico y gran sencillez. Su torre es de dimensiones únicas en el románico aragonés. Paseando por las calles de esta tranquila zona disfrutaremos de un entorno medieval difícil de encontrar.
La oferta hotelera, lúdica y gastronómica de la zona convierte a Aínsa en un lugar privilegiado como centro vacacional, además de un enclave ideal para iniciar cualquier tipo de ruta por carretera hacia la zona más oriental u occidental de la provincia.
Desde Aínsa iniciamos nuestra última parada, un pueblo de alta montaña con un tenebroso pasado: Tella.
Tella
Circulando por la A-138 en dirección a Francia, antes de llegar a Lafortunada y después del pequeño núcleo de Hospital, encontramos un desvío a la izquierda que nos llevará a la población de Tella una pequeña villa de montaña que esconde un pasado de brujería.
Circulando con mucha precaución por esta vía llena de curvas, que pese a estar bien asfaltada en algunos tramos no caben dos vehículos, llegaremos al dolmen de Tella o Losa La Campa, un monumento funerario del neolítico y, según las leyendas, zona de aquelarres brujeriles junto con la cima del Puntón de las Brujas.
Con los valles de Pineta y Chistau de fondo y el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido como envoltorio, el núcleo de Tella se nutre de una arquitectura de pizarra, en la que destacan la iglesia de San Martín (siglo XVI), el Museo de la Brujería o el Centro de Interpretación del Oso Cavernario, al margen de un conjunto de ermitas de estilo románico aragonés que le dan a ese paraje un encanto especial y que permiten recorrer la ruta de las tres ermitas.
Aquí concluimos nuestra ruta de 124 km con el Skoda Karoq. Gracias al mediano de los SUV de la marca checa, a su contenido tamaño y a sus más que suficientes prestaciones, hemos conseguido completar una ruta que no nos dejará indiferentes.