¿Cuándo hay que cambiar el casco?

Por: RACC Blog

El casco es el elemento de seguridad más importante a la hora de montar en moto y de la buena salud de todas sus partes depende la protección en caso de accidente. Como cualquier elemento de seguridad, los cascos tienen fecha de caducidad. En algunos casos la necesidad de cambio es evidente, pero en otros no. ¿Sabes cuándo tienes que cambiar tu casco?

Datos de la Dirección General de Tráfico dejan ver que el casco reduce al 50% las muertes en caso de accidente de moto, además de reducir en un 70% las lesiones más graves. Por increíble que pueda parecernos, el casco es un elemento obligatorio desde una época bastante reciente. Su uso fue obligado con la entrada en vigor del Reglamento de Circulación del 15 de junio de 1992, que indicaba la obligatoriedad desde el 1 de septiembre del mismo año, con una sanción de 15.000 pesetas (90 €) en caso de no llevarlo. Hasta entonces no era extraño ver en los semáforos de cualquier población un buen porcentaje de usuarios de moto sin casco, que aludían al calor o a criterios estéticos –a nadie le gustaba despeinarse– para no usarlo.

Las muertes y la concienciación en este aspecto llevaron a la obligatoriedad de su uso y hoy día son pocos los usuarios sobre dos ruedas que no lo utilizan.

Otro aspecto importante es conocer el tipo de casco que debemos elegir para uso habitual, pese a que desde el Club RACC siempre recomendamos el uso del casco integral.

 

¿Cuándo cambiarlo?

Pero con los cascos no todo vale. Para evitar lesiones de gravedad por falta de rendimiento de un casco, se debe tener un especial cuidado. También se debe tener en cuenta el estado de sus elementos, ya que pese a un buen cuidado, estos se deterioran con la edad y deben sustituirse.

De hecho, la mayoría de fabricantes recomiendan el cambio a los cinco años desde el momento de su compra, ya que elementos tales como plásticos policarbonatos y las espumas pierden su efectividad por la exposición a los elementos. En el caso de los cascos con mezclas de fibras o de fibra de carbono, su uso puede alargarse entre los 8 y los 10 años, siempre y cuando se encuentren en perfecto estado y no hayan sufrido ningún golpe o caída. Hay que tener en cuenta que la normativa europea no obliga a los fabricantes a marcar la fecha de caducidad en el casco, por lo que deberemos tener presente este aspecto.

El estado de sus elementos suele ser un indicador de cambio. Si las espumas se deshacen, los cierren no cumplen su función, la superficie presenta rascadas o si la estructura se ha deformado por algún golpe o caída, la efectividad del casco será prácticamente nula y una caída puede provocar daños más graves que con un casco en buen estado.

La estructura del casco está diseñada para la absorción de impactos, por lo que después de una caída donde este haya sido golpeado también deberemos cambiarlo, ya que en caso contrario la efectividad puede verse comprometida. Puede darse el caso en que este no haya sufrido daños visibles, pero aunque no presente grietas, agujeros o deformaciones, su capacidad de absorción habrá disminuido con total seguridad.

Las altas temperaturas, los elementos abrasivos, la humedad, las malas prácticas a la hora de guardarlo que pueden provocar deformaciones o, simplemente, el desgaste prolongado son otros elementos que pueden reducir la capacidad de protección.

¿Cómo alargar la vida del casco?

Basándonos siempre en las recomendaciones de los fabricantes, no exceder su vida útil es una de las partes más importantes. Una correcta limpieza después de su uso nos prevendrá del deterioro que pueda tener por exposición a los elementos, como el agua, el calor excesivo, el frío, los pequeños impactos sobre la marcha, etc.

El almacenamiento es otro factor a tener en cuenta. El casco suele ser un elemento molesto a la hora de guardarlo, por lo que es habitual dejarlo en el cofre de la moto –expuesto a los elementos, si esta está en la calle–, en un colgador de pared o en algún rincón donde acabará como sustento de otros trastos.

Es recomendable que el casco se almacene en un lugar plano y metido dentro de la bolsa correspondiente, que por regla general el fabricante provee. Existen también colgadores especiales que evitan las deformaciones de la estructura, así como peanas. Mantenerlo apartado de las zonas más concurridas también nos evitará posibles golpes o caídas fortuitas.