El sabor de la Navidad

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Por: RACC Blog

La Navidad es para muchos el momento más dulce del año. Te proponemos descubrir tres ciudades europeas (París, Göteborg y Milán) en esta época para poder saborear sus postres típicos navideños.

A medida que se acerca el final del año, los antiguos ritos paganos y las creencias católicas confluyen, a menudo en forma de dulce tentación. Los postres navideños son siempre energéticos, basados en los frutos propios de la estación y, con frecuencia, evocadores de deseos de buenaventura y de vida renovada. Lo mejor es saborearlos allí donde los inventaron. Así, viaja hasta París y déjate tentar por el dulce bûche de Noël; o acércate hasta Göteborg, donde además de disfrutar del gran parque recreativo de Liseberg, podrás degustar las galletas pepparkakor; o escápate hasta Milán y saborea el inconfundible café expreso, cortísimo, con una buena ración de panettone.

París. El calor invernal

La literatura y el cine se han encargado de difundir aquella imagen del París bohemio en la que no faltan aspirantes a escritores y pintores, mesas con manteles de cuadros y vista al cielo de los tejados de la Ciudad de la Luz desde sus inevitables buhardillas. Un cielo que en épocas no muy lejanas tiznaba el humo de las numerosas chimeneas que brotan de los tejados y que habían sido culpables de muchos incendios. Sin embargo, Napoleón no prohibió el uso del fuego del hogar para evitarlos, sino para impedir que sus ciudadanos enfermaran de pulmonía por las corrientes de aire que se colaban por el tiro. Su edicto tal vez evitó los problemas de salud, pero quedó por resolver el tema de la calefacción y el de cumplir con la tradición, según la cual durante todo el adviento debía arder un leño de frutal en la casa de forma permanente, simbolizando la llegada de una nueva cosecha y también de la luz, concretada con el nacimiento de Jesús. Para resolver el tema, se dice que los pasteleros idearon el bûche de Noël, un tronco dulce compuesto de una base de bizcocho rellena de crema de praliné y cubierta de chocolate, con el que se intenta reproducir las rugosidades de la madera.

La historia tiene su gracia, pero en realidad los pasteleros de París copiaron una popular receta de la región de Poitou-Charentes, desaparecida con la nueva ordenación administrativa francesa en el 2015. Lo que ha sobrevivido son sus ciudades, como Poitiers, célebre por las batallas medievales que allí se libraron y de las que son testimonio las murallas erigidas por Leonor de Aquitania. También se encontraba en la misma región La Rochelle, ciudad que siempre se sintió cercana a Inglaterra y, por ello, afín al protestantismo. En una célebre batalla librada por el cardenal Richelieu, y en la que murió el verdadero D’Artagnan, tuvo que dejar de lado sus veleidades anglófilas, aunque algo de aquella época se percibe aún al pasear por sus calles en busca del mejor marisco. El mismo acento británico se percibe en Angu-lema, que fue propiedad del rey inglés Juan I o Juan sin Tierra.

Göteborg. La Navidad que deja huella

Para los habitantes de Göteborg, en Suecia, el concepto de parque de atracciones es capital. A diferencia de lo que sucede en otros lugares, el gran parque recreativo de Liseberg no se encuentra en las afueras, sinoen pleno centro. A lo largo del año renueva totalmente su decoración, adaptándose a cada estación. En Navidad se convierte en un gran espectáculo cubierto de blanco –con nieve real o artificial, según el capricho del clima– en el que no pueden faltar desde los gnomos que ayudan a Papá Noel hasta la inmensa noria o Rueda de Göteborg, que antes se alzaba en el muelle, con vistas al río Göta älv y hacia el estrecho de Kattegat, y que luego fue trasladada a su nueva ubicación.

En este período del año se viste de luces radiantes, como una gigantesca estrella caída sobre la Tierra. El conjunto incluye espectáculos de patinaje sobre hielo y abundantes casetas de comida y dulces navideños, aunque con las bajas temperaturas quizá apetezca más desplazarse hasta Magasinsgatan o Kaserntorget, viejos cuarteles y almacenes industriales que hoy atesoran lo mejor en cafeterías acogedoras de Göteborg, lugares siempre abarrotados de público que busca en ellos el momento de la pausa, el paréntesis para tomar fika. Normalmente, esta consta de una bebida caliente –los suecos beben ingentes cantidades de café americano al día– y de un bollo o panecillo dulce.

Pero cuando se acercan las fiestas, lo más probable es que hagan su aparición las galletas pepparkakor. Aunque el nombre parece indicar que llevan pimienta, la verdad es que su ingrediente principal es el jengibre, si bien también incluyen una buena dosis de clavo y canela. Diversas fuentes apuntan que la receta original tal vez llegó de Alemania, de las lebkuchen de Núremberg, pero fue en Suecia donde se convirtieron en sinónimo de la Navidad.

Milán. La Navidad exquisita

En Milán los inviernos son como los de antes: con un frío seco, vivificante, a pesar de que brille el sol en uno de esos días sin nubes que a veces regala esta época del año, haciendo que el Duomo, su catedral de mármol rosado, resplandezca mientras se pasea por su terraza panorámica erizada de pináculos. Otros días, el aspecto romántico se intensifica con las neblinas que envuelven la capital lombarda, en especial cerca de Navigli, el barrio en el que se conservan unos canales navegables, recuerdo de la dársena y la vía fluvial que conectaba la ciudad con los lagos Maggiore y Como en la Edad Media. Hoy vuelve a tener importancia comercial, porque son muchas las empresas de alta costura y diseño que han colonizado antiguos locales de ladrillo y edificios industriales para instalar sus talleres y sedes sociales. De todos modos, si uno se siente destemplado, siempre puede buscar refugio en el calor colorido de la Galleria Vittorio Emanuele II, cubierta, en cuyo centro se suele instalar un gigantesco árbol de Navidad que es territorio abonado para las selfies.

Como alternativa, también se puede acudir al café que ha abierto una famosa franquicia americana en el antiguo Palazzo della Poste de la plaza Cordusio, que ha pasado de ser territorio de carteros a convertirse en “el local más bonito del mundo”. El inevitable expreso, cortísimo, vendrá acompañado en esta época de una buena ración de panettone.

El panettone no fue siempre tan popular: cuando lo inventaron en la ciudad de Milán era un postre reservado a la nobleza, puesto que requería de ingredientes tan caros como la miel y los huevos frescos, la mantequilla y la fruta confitada. Calórico como pocos, se atribuye su creación a un descuido en la cocina del duque Ludovico Sforza, el Moro, que hizo que se quemara el dulce previsto para la cena de Navidad. El pinche de cocina había arramblado con las sobras para preparar un pan dulce que llevar a casa, al que se le añadió mantequilla y fruta para dignificarlo y salvar la situación. Tuvo un éxito inmediato, y por eso hoy podemos ver a elegantes milaneses paseando por las exclusivas tiendas de las vías Montenapoleone o della Spiga con su panettone en la mano.

Si la estancia en Milán coincide con la llegada del Año Nuevo, el mejor lugar donde ir a recibir el 2020 es, sin lugar a dudas, la zona del centro histórico, especialmente los alrededores del Castello Sforzesco, que fue construido como fortaleza durante el siglo XIV y hoy en día es uno de los monumentos más emblemáticos de Milán. Justo en este lugar se lanzan los espectaculares fuegos de artificio que iluminan la última noche del año. Además, es una zona llena de barecitos y locales que en Nochevieja abren sus puertas para festejar una de las noches más mágicas. El concierto de la plaza del Duomo, otra de las propuestas para Nochevieja y en el que actúan los cantantes italianos del momento, es el lugar donde se concentra la mayor parte de la gente joven.

Fuente: Revista RACC.