3 destinaciones slow para viajeros exigentes: Granada, Tarragona y Vitoria

Por: RACC Blog

Destinos cercanos, un turismo que huye de la masificación, que dedica tiempo de calidad a las visitas, y una prisa que se convierte en calma: así es la nueva realidad que ha traído la pandemia. Te proponemos conocer tres destinos slow para viajeros exigentes: Granada, Tarragona y Vitoria.

“Si hoy es martes, esto es París. O Ginebra. ¿O tal vez Budapest? ¡Quién sabe! Llevábamos tantos días de un lado para otro, que parecía que necesitaríamos otras vacaciones para descansar del cansancio acumulado en estas…” Esta escena, que con la llegada de la covid-19 se ha esfumado, se sitúa en las antípodas del slow travel, el turismo lento, una forma de pensar el ocio viajero que nació en Italia como derivación del slow food, aquella tendencia que busca recuperar las recetas auténticas, los productos de km O y los platos preparados con su tiempo de cocción justo, ni más ni menos.

La variante turística apuesta por evitar la saturación y por dedicar tiempo de calidad a las visitas, incluso por “perderlo” charlando con los habitantes del lugar. ¿A que suena bien?

foto: Gonzalo Azumendi /getty

Granada, cruce de civilizaciones

Las aglomeraciones han desaparecido por motivos obvios de la Alhambra, hasta hace muy poco un de los monumentos más visitados
del mundo. Solo por eso ya vale la pena desplazarse hasta la antigua capital andalusí, aunque, a decir verdad, sobran las excusas para conocerla y vivirla.

De planta compacta, encajada entre varias alturas que son como un eco de Sierra Nevada, Granada se disfruta a pie, callejeando, sin prisas por subir las cuestas del barrio del Albaicín, aquel que deslumbra encalado y que necesariamente hay que pisar si se quiere obtener la panorámica más fotogénica de la Alhambra, la del mirador de San Nicolás.

Si vamos con ritmo relajado, no será extraño que alguien, a mitad de la cuesta, se apiade de nosotros y nos invite a un trago de agua en uno de los famosos cármenes, las fincas privadas del barrio que cuentan con un jardín interior. Bien distinto es el estilo del Sacromonte, el barrio colindante con el Albaicín, que alguien definió como el que tenía más “duende” por metro cuadrado. Allí puede saciarse la curiosidad que inspiran sus célebres casas-cueva.

En contraste con este encanto popular, hay otra Granada que es toda opulencia y ornamento, en la que encontramos, por ejemplo, la catedral, una sinfonía de estilos entreverados, mestizos, que empezó siendo gótica sobre los restos de la Gran Mezquita Nazarí y acabó rematada con una portalada barroca y un ábside cubierto de oro.

Aunque para obras que dejan sin aliento, la citada Alhambra no tiene parangón. Construida en el siglo XIII, cuenta con la Alcazaba y los Palacios Nazaríes, dos de las mejores muestras del arte árabe mundial. Tras un paseo refrescante por los Jardines del Generalife, solo faltará perderse por las tiendas de la Alcaicería. El olor a incienso nos guiará hasta allí.

Tarragona, historia viva y esencia mediterránea

La ciudad de Tarragona lo tiene todo para convertirse en una de las mecas del slow tourism. Su privilegiada ubicación junto al mar le permite no solo disponer de extensas playas de arena fina y dorada donde bañarse o pasear hasta llegar al Balcón del Mediterráneo –un espléndido mirador abierto al mar–, sino que también le brinda una despensa de frutos del mar que hacen su sabrosa aparición en forma de guisos y arroces en El Serrallo, el tradicional barrio de los pescadores.

foto: Petter Unger/getty

Pero, por encima de todo, Tarragona es heredera del pasado, orgullosa del Patrimonio UNESCO que conforma el conjunto de restos romanos diseminados por toda la ciudad y que sorprende al viajero al hacerle descubrir una civilización milenaria.

Sin embargo, y a diferencia de otros muchos destinos donde los yacimientos arqueológicos y los edificios clásicos solo se visitan como monumentos, aquí se viven en lo cotidiano. Pensemos, por ejemplo, en el antiguo Foro Provincial de Tarraco, un gran conjunto donde se alzaban templos, la basílica, esculturas y locales comerciales.

Los restos de todo ello hoy están diseminados en dos grandes plazas, dispuestos de manera que es posible tomarse un aperitivo en una de sus terrazas, justo al lado de una columnata romana. Esta singularidad hace que las ruinas disfruten de una animación imposible de encontrar en otros sitios.

La huella romana también se localiza en el interior de algunos restaurantes del centro, en forma de bóvedas de medio punto, o también en el antiguo circo, donde hoy en día aún es posible almorzar o comprar en los comercios que esconden sus arcos.

Siguiendo la misma lógica, en la parte medieval de la ciudad, que envuelve una catedral que impone por estar situada en lo alto de una escalinata que le presta su perspectiva, se conservan tiendas que ya estaban allí en el siglo XVIII. Por ejemplo, Casa Corderet, la tienda más antigua de Cataluña, que abrió sus puertas en 1751 y desde entonces siempre ha sido una cerería.

Y es que la ciudad parece no tener prisa por alcanzar el futuro. Hasta la Rambla Nova, donde se concentran la mayoría de los comercios que están de moda, cuenta con 150 años de historia.

Vitoria-Gasteiz, la ciudad blanca

La capital de Álava hace muchos años que goza de una merecida fama por su excelente calidad de vida. En buena medida, la explicación hay que buscarla en su trazado, empezando por el peculiar casco antiguo medieval, para seguir luego por el llamado Ensanche Romántico y la ciudad nueva, que se considera un modelo de urbanismo.

Pero vayamos por partes. Dirijamos primero la mirada al casco gótico, conocido por su forma de almendra, un perfil dibujado por una serie de calles concéntricas que rodean la colina del Campillo. Aquí destacan templos notables como la catedral de Santa María y las parroquias góticas de San Pedro, San Miguel y San Vicente, acompañadas de un buen número de casas-torre y palacios blasonados que contribuyen a darle personalidad.

foto: Eider Bernaola & Daniel Llano/Ay. Vitoria-Gasteiz

La catedral fue objeto de una prolongada restauración, ya que el conjunto forma parte de la primera fundación de la ciudad. Al salir del barrio, nos vienen al encuentro la plaza de España y Los Arquillos. Zona de transición entre la ciudad medieval y la moderna, junto a esta plaza neoclásica destaca el conjunto de Los Arquillos, edificios escalonados con arcadas en sus bajos que, al ir variando en altura, permitían salvar el desnivel entre la parte nueva y la antigua.

Así, el barrio medieval se acerca sin dificultad a la plaza de la Virgen Blanca, que marca el inicio del Ensanche Romántico y que acostumbra a ser lugar de celebraciones ciudadanas. El derribo de las murallas a mediados del siglo XIX permitió, como en tantos lugares, la expansión de Vitoria-Gasteiz. El Ensanche destaca por sus viviendas de miradores blancos y balcones de forja, que podemos contemplar sin problemas alrededor de la calle Dato y su zona peatonal.

Y si después de tanto explorar nos entra hambre, nada como probar un buen plato de habas de Vitoria, que junto con las alubias de Tolosa y los pimientos de Guernica forman la tríada de estrellas de la mesa tradicional vasca. Y tras la comida, una partida de cartas con los vecinos. Y es que por algo se encuentra en Vitoria el Museo Fournier de Naipes.

Fuente: Revista RACC por Josep M. Palau Riberaygua